Cuento: El prisionero

 El prisionero. Tu rostro famélico y tu barba irregular me lo han dicho todo. Te han hecho pagar una condena muy larga y dura. Se te ha dado comida y tortura por igual. Créeme o no, prisionero, antes de ser lo que ahora eres fuiste la persona mas libre del mundo.

Esto fue hace tanto tiempo que no puedes preguntarle a tu memoria si eso pasó. Pero cuando las noches son frías en tu celda, y el viento de la tundra sopla, tu mente evoca a una playa distante, en algún punto del pacífico. Puedes ver tus manos regordetas y blancas jugar con la tierna arena blanca de alguna playa virgen. Te encuentras recogiendo conchas y cangrejos que el mar trae con sus olas. Y en las conchas que llevas entre el brazo y la barriga, ves una alegoría de la vida. Tu pueril y blanca frente se da cuenta de que a las personas se nos dio una concha al nacer. No importa si el exterior es de ópalo o de restos de percebes, esta concha no deja de ser una jaula. Tu eras libre, prisionero. No te acuerdas, pero en algún momento de tu juventud te dedicaste a enamorar a la vida. Tu concha era transparente. Nunca necesitaste comida, dinero, baño, ni alcohol para ser independiente. Sin embargo, esta condición de alma libre te hacía infeliz muchas noches. 


Conociste la soledad tan de cerca, que la volviste tu amante. De día viajabas del mar adriático hasta Costa Rica, o te deslizabas por las calles de Berlín o Ítaca. Pero por las noches tu vacío crecía. Eras un milagro de Dios, y eso te hacia inalcanzable para todos nosotros. No podías ser amado. 


La ultima vez que fuiste libre todavía hace llorar a Dios. Dejaste de lado a la vida y la enamoraste a ella. Ella era tan solitaria como tú. Su cabello era tan negro que a la luz de las lamparas blancas tomaba un tono azulado. Prisionero, tu probablemente ya habías visto todo lo que había que ver en el mundo. ¿Por qué no te encerraste debajo de las raíces de un árbol para ser olvidado? Tu ya no tenias nada que ver con esta vida, mas que la muerte. Pero te miraste en el espejo de tu vacío, y eso fue tu perdición. 

En su celda, todas las mañanas al cantar el gallo, el prisionero se hace la misma pregunta. ¿Morir prisionero de sí mismo o de sus brazos de espinas? El se ha hecho tantas veces esta pregunta que ya olvido que significan estas palabras. El día en que el la vio, ese día se fijo el día de su muerte. O mas bien, se cancelo el día de su muerte. La tragedia se cernió a las puertas de tu vida, y aunque nunca podrás entender realmente tu crimen, fuiste encadenado inmediatamente. La historia de tu desamor fue paralela a la historia del desamor de la humanidad con la vida. Por supuesto que el universo tiene un origen. Y el estará encadenado hasta que dicho origen vuelva a ocurrir

Pero caíste, prisionero. Escogiste la píldora azul. Tienes que pagar tus pecados en esta celda. Por amor, uno debe pagar con el máximo precio. Aquella cabellera negra que el prisionero escogió para pudrirse en su celda era el peor tipo de amor. El amor mentiroso. Merma tu espíritu tan lentamente que al final te hará pensar que morir fue tu culpa.  Sin embargo, yo estoy aquí para abrazarte. Estás en la parte mas dura de tu viacrucis. Pero no te confundas; tu no eres un mártir. Eres un ejemplo, a pesar de yacer en esta prisión olvidada. Llegaste aquí para ser el único prisionero porque debías convertirte en un ejemplo de lo que no se debe hacer. Esa es la parte más dura de tu calvario. El hecho de que esta sea una cadena perpetua y no una pena de muerte vuelve mas dolorosas las cosas, ¿no?.


La eternidad se compone de siglos. Y los siglos se componen de años. A su vez, los años dependen de los días, las horas y los segundos. Tu torturador coloco este reloj enfrente de tí; para que pudieras contar cada segundo de tu ahora mísera existencia. Hace ya siglos que no ves una hormiga, o una planta. Los únicos seres vivos que conoces son tus órganos. El compás de tu corazón es lo mas cercano a las palabras de un amigo. Has aprendido a dialogar con tu nariz, tus pulmones y tus uñas. No es que tu celda sea inhóspita, pues la tenacidad de la vida ha mojado los confines mas recónditos del universo. Simplemente, la soledad te cegó. Desprecias a todo organismo existente. A su vez, no puedes vivir sin tenerlos presentes. Ellos dan sentido a tu soledad. 


Si supieras, prisionero, que eres el último ser humano en la tierra; ¿seguirías siendo un prisionero?




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