El prisionero. Tu rostro famélico y tu barba irregular me lo han dicho todo. Te han hecho pagar una condena muy larga y dura. Se te ha dado comida y tortura por igual. Créeme o no, prisionero, antes de ser lo que ahora eres fuiste la persona mas libre del mundo. Esto fue hace tanto tiempo que no puedes preguntarle a tu memoria si eso pasó. Pero cuando las noches son frías en tu celda, y el viento de la tundra sopla, tu mente evoca a una playa distante, en algún punto del pacífico. Puedes ver tus manos regordetas y blancas jugar con la tierna arena blanca de alguna playa virgen. Te encuentras recogiendo conchas y cangrejos que el mar trae con sus olas. Y en las conchas que llevas entre el brazo y la barriga, ves una alegoría de la vida. Tu pueril y blanca frente se da cuenta de que a las personas se nos dio una concha al nacer. No importa si el exterior es de ópalo o de restos de percebes, esta concha no deja de ser una jaula. Tu eras libre, prisionero. No te acuerdas, pero en algú...